jueves, 28 de julio de 2011

UN CINE ENTRAÑABLE


La  trayectoria de Juan Antonio de la Riva como guionista y director ha estado íntimamente ligada a Durango, su estado natal y ello ha dado como resultado un cortometraje y tres películas de singular relevancia en su filmografía: Polvo Vencedor del Sol, Vidas Errantes, Pueblo de Madera y El Gavilán de la Sierra. En esas obras ha tenido como punto de partida elementos de carácter autobiográfico enmarcados en la dura  realidad que viven los habitantes de la sierra de Durango. En los últimos años, pocos cineastas mexicanos han vuelto la mirada hacia la provincia y pocos han logrado captarla con la verosimilitud y sinceridad de quien sabe de lo que está hablando porque lo conoce de primera mano, pues ha sido su propia experiencia de vida la que ha trasladado a la pantalla cinematográfica.

La filmografía durangueña de De la Riva le ha valido el reconocimiento como un cineasta  que ha reflexionado sobre el compromiso del cine con la realidad del entorno social en que surge y la necesidad de plasmarlo en la pantalla.  Al hablar sobre su obra, el historiador zacatecano y durangueño Pedro Reygosa mencionaba que el trabajo fílmico de Juan Antonio de la Riva será una referencia necesaria cuando se quiera saber sobre las difíciles condiciones de vida de la gente de la sierra de Durango, sus características, su lenguaje y sus costumbres, pues todo ello ha quedado plasmado en la obra del realizador.

En un registro diferente pero muy cercano al de su primer largometraje, el nuevo proyecto de Juan Antonio de la Riva  está escrito para llevarse a cabo en Durango, en donde se han filmado más de un centenar de películas, la mayoría de ellas westerns. Cineastas de México y del extranjero hicieron que Durango se conociera desde entonces como “La tierra del Cine” y viviera con  un aura mítica como el territorio ideal para la realización de películas. Pero Érase una vez en Durango  no es una película del oeste, es una historia sobre la amistad y la enseñanza de un oficio con el cine como telón de fondo. No faltará quien piense en Cinema Paradiso, pero habría que recordar que antes de esa película, ya De la Riva había realizado Vidas Errantes en 1984 sobre un tema similar y que era a la vez un emotivo homenaje al cine mexicano. Ahora en Érase una vez en Durango sigue existiendo ese mismo afán pero con la variante de explorar en otros aspectos de la actividad fílmica y su relación con los espectadores que aspiran a formar parte de ese mundo.

El telón de fondo de la historia es la región campesina  de los llanos del estado de Durango; ahí se ubica la acción de Érase una vez en Durango en los años ochenta, cuando todavía existían los últimos cines ambulantes y la televisión aún no tenía la penetración que tiene actualmente. Fueron los años en que el cine nacional empezaba a entrar en crisis  ante una situación económica  desfavorable para el país  y  la proximidad de la irrupción del video.

De la Riva conoce bien el tema que está manejando y la adaptación que hace a la historia original de Alejandro Parodi  contiene situaciones, diálogos y    referencias de un cinéfilo y cineasta apasionado. Erase una vez en Durango es  una película emotiva  en la que el director propone un nuevo acercamiento a Durango y al cine a  través de una mirada entrañable que, por otra parte, ha sido uno de los rasgos distintivos de sus obras más personales.

Francisco T.  Graff


  

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